lunes, 4 de mayo de 2015

El brillo de una nueva esperanza

Jhon era el más joven del grupo. Montaba su blanco caballo, quieto, en la gran llanura junto a sus compañeros. Los estandartes enemigos se divisaban en la lejanía mientras su capitán, con espada en mano, bramaba palabras de ánimo y esperanza.
El ruido de la guerra, el ruido previo a la devastación, llenaba por completo la mente del joven e inexperto soldado. Él sabía que esta guerra estaba perdida pero que sería determinante para las siguientes generaciones.
Los soldados siempre luchaban por el reino, por el rey, pero... ¿qué pasaba con los ciudadanos?¿Qué pasaría con Aife, su esposa? Las leyes le impedían rechazar ir al campo de batalla, la llamada de su capitán siempre debía ser más importante que la de cualquier persona con un rango inferior al suyo.
Comenzó a recordar como su padre salió con su tropa en alguna guerra anterior que él no alcanzaba a recordar, la incertidumbre de no saber que ocurría fuera de las murallas de la ciudad ahogaba los corazones de las personas que se quedaban atrás. Él era muy pequeño en aquel entonces y su madre solo podía intentar distraerle para que no pensase en la batalla que se disputaba. Recordó el momento en que la tropa volvió a la ciudad, el joven Jhon, expectante de que su padre apareciese por el portón, quedó desolado al ver que lo único que regresó era su escudo, el cual portaba ahora él en este momento.
Jhon levantó la cabeza hacia el cielo despejado que presentaba ese fatídico amanecer, maldijo a los dioses por mandarlo ese día a ese lugar. Desearía estar al lado de su mujer en el parto de su primer hijo, lo llamarían Argus. Sonrió con ese último pensamiento.

La guerra estaba a punto de empezar, Jhon bajó la cabeza, miró al frente y con decisión aceptó la batalla que debía afrontar. Jhon y sus compañeros mantuvieron la posición, las líneas enemigas comenzaron a avanzar, las banderas ondeaban al galope de los caballos y los tambores comenzaron a sonar.

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